El libro de Emma Reyes: Memoria por correspondencia
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"Asombroso y agriamente poético". --The New York Times
Esta sorprendente memoria se convirtió clásico instantáneo cuando se publicó por primera vez en Colombia en 2012, casi una década después de la muerte de su autora, quien fue alentada en sus escritos por Gabriel García Márquez. Mediante veintitrés cartas dirigidas a su amigo y confidente Germán Arciniegas a lo largo de treinta años, Reyes describe de manera viva y con detalles pintorescos el coraje notable y la imaginación ilimitada de una niña que crece con nada.
Emma Reyes era una niña ilegítima, criada en una habitación sin ventanas en Bogotá sin agua ni inodoro, y que sobrevivía únicamente de su ingenio para mantenerse a ella misma y a su hermana. Abandonada por su madre, ambas niñas se son acogidas por un convento católico que albergaba a 150 niñas huérfanas, donde lavaban ollas, planchaban y reparaban la ropa, fregaban pisos, limpiaban baños, cosían prendas y telas decorativas para las monjas y vivían con temor al Diablo. Analfabeta y sin saber nada del mundo exterior, Emma escapó a los diecinueve años, estableciendo una carrera como artista y forjando amistades con Frida Kahlo y Diego Rivera, así como con artistas e intelectuales europeos. El retrato de su infancia que surge de este relato clarividente inspira en el lector un asombro especial hacia la deslumbrante vida de una talentosa escritora cuyo talento permaneció oculto por demasiado tiempo.
Esta sorprendente memoria se convirtió clásico instantáneo cuando se publicó por primera vez en Colombia en 2012, casi una década después de la muerte de su autora, quien fue alentada en sus escritos por Gabriel García Márquez. Mediante veintitrés cartas dirigidas a su amigo y confidente Germán Arciniegas a lo largo de treinta años, Reyes describe de manera viva y con detalles pintorescos el coraje notable y la imaginación ilimitada de una niña que crece con nada.
Emma Reyes era una niña ilegítima, criada en una habitación sin ventanas en Bogotá sin agua ni inodoro, y que sobrevivía únicamente de su ingenio para mantenerse a ella misma y a su hermana. Abandonada por su madre, ambas niñas se son acogidas por un convento católico que albergaba a 150 niñas huérfanas, donde lavaban ollas, planchaban y reparaban la ropa, fregaban pisos, limpiaban baños, cosían prendas y telas decorativas para las monjas y vivían con temor al Diablo. Analfabeta y sin saber nada del mundo exterior, Emma escapó a los diecinueve años, estableciendo una carrera como artista y forjando amistades con Frida Kahlo y Diego Rivera, así como con artistas e intelectuales europeos. El retrato de su infancia que surge de este relato clarividente inspira en el lector un asombro especial hacia la deslumbrante vida de una talentosa escritora cuyo talento permaneció oculto por demasiado tiempo.